lunes, 21 de marzo de 2016

Semana Santa en el recuerdo


       No podríamos determinar con mucha exactitud la fecha en la que se sitúan nuestros recuerdos de la Cuaresma y Semana Santa en Huete; sería aproximadamente entre los años 1950 hasta el 60, años en los que ya participábamos activamente en las preparaciones y celebraciones de estas fechas.
Nosotros estudiábamos y nos formábamos en el Colegio de las religiosas Celadoras del Corazón de Jesús que impartían clases desde párvulos hasta bachillerato y estaban instaladas en el edificio del Convento de Jesús y María, más conocido por el nombre de “El Cristo”.

    Comenzaba la Cuaresma -lo mismo que ahora- el Miércoles “De ceniza”. Todos los niños y niñas de la Escuela pública (situada en el edificio de La Merced) y el colegio de las Celadoras íbamos con los maestros a recibir la ceniza en la iglesia de La Merced, junto con muchos padres y adultos que nos acompañaban. Este miércoles, sin embargo, no seguía a los Carnavales, que nunca vivimos porque estaban prohibidos.
Para nosotras la Cuaresma era tiempo de austeridad y privaciones: desde pequeñas hacíamos algunos sacrificios, como por ejemplo: no comer dulces y guardarlos todos para el día de la Resurrección, ponerrnos pequeñas piedrecitas en los zapatos, rezar jaculatorias, hacer visitas a la Iglesia,…

    Los viernes de Cuaresma se guardaba en la mayoría de los hogares el ayuno y la abstinencia de carne. Si alguien no lo guardaba decía muy compungido que había “pecado” como algo muy grave.
Algunos años se celebraban Misiones durante la Cuaresma. De ellas recordamos el “Rosario de la Aurora” por las calles del pueblo, al amanecer; los sermones, que a nosotros nos sonaban como algo tenebroso, con amenazas del infierno a grandes voces desde el púlpito (no había micrófonos); donde las mujeres del pueblo que asistían, lloraban y se sonaban con grandes pañuelos blancos; y los hombres, que habían venido del campo y de sus quehaceres, asistían muy serios y compungidos. La iglesia estaba a rebosar para estos actos misioneros.

    El Viernes “de Dolores” se le hacía una gran función religiosa a la Virgen de los Dolores o Soledad y se rezaban los siete dolores de la Virgen. Todos los Viernes de Cuaresma se cantaba el Viacrucis por las calles del pueblo, un viernes en cada barrio. Se cantaba también el Miserere, probablemente se hacía en latín.

    El Domingo “de Ramos” íbamos todos, niños y mayores, a recibir el ramo de olivo. Salíamos en procesión desde La Merced, donde se bendecían las ramas, por muchas calles del pueblo. Todos estrenábamos algo, por aquello del dicho “El Domingo de Ramos el que no estrena nada se le caen las manos, o no tiene manos”.

    El Lunes, Martes y Miércoles Santo se celebraban en la iglesia retiros, confesiones, se preparaba el monumento y se tapaban los santos con paños morados y se quitaban las sabanillas de los altares. Ahora, el Miércoles Santo, se sube al Castillo cantando el Viacrucis con la participación de los jóvenes.

    El Jueves Santo por la mañana se solía dedicar a preparar los dulces: rosquillas de sartén, sombreretes y cañas,  torrijas, pestiños, etc.
    También era día de vigilia. Por la tarde repicaban las campanas; una de ellas era giratoria, que volteaba con gran estruendo, y toda la gente acudía con sus mejores galas a la Santa Misa, donde se realizaba el lavatorio de doce personas pobres de la población, generalmente mayores y necesitados a los que se les daba limosna.

    Se llevaba el Santísimo bajo palio, portado por seis hombres a la Capilla, donde se sigue colocando en la actualidad.

    La procesión era una gran manifestación de fe y recogimiento, íbamos todos en fila, casi todo el pueblo lo celebraba y se veía a mucha gente que no solían ir a la iglesia, pues la verdad es que la imagen de Jesús Nazareno saliendo a la calle, hacía que todo el mundo acudiese a acompañarle.


    Después de la procesión había “Hora Santa” y luego se velaba El Monumento. Durante toda la noche y todo el día siguiente hasta la hora de los oficios del Viernes Santo, la gente se acercaba para rezar, cada persona pasaba una hora velando. Se respetaban escrupulosamente los horarios, para que nunca quedara solo El Monumento.

    El Jueves Santo era costumbre invitar en las casas a los amigos y conocidos a unos dulces, una copita de vino dulce o resoli. Después todos íbamos a casa, se cerraban los bares y el recogimiento era total.

    El viernes muy temprano salían los monaguillos por las calles del pueblo tocando las “carracas” (instrumentos de madera con una rueda dentada que hacían girar produciendo un ruido ronco y atronador). Algunos años los jóvenes tocaban cornetas y clamaban a grandes voces por las calles: “¡Levantaros hermanos, a acompañar a Jesús, que va al calvario!”.

    La procesión salía a las siete de la mañana de la iglesia de La Merced, todavía era de noche. Cuando íbamos por la Chopera empezaba a amanecer, desfilaba San Juan con la palma, Jesús Nazareno –acompañado siempre de largas filas de nazarenos-, Jesús De la Columna y la Soledad. Se guardaba mucho silencio y era muy emocionante ver el amanecer en un marco tan espectacular.

    A las 11 de la mañana se hacía el “Vía Crucis” cantado hasta la Ermita de San Gil, donde se decía que había un celemín de tierra proveniente de “Tierra Santa”. Era costumbre ir “a bolear” al llamado Camino del Boleo o de Madrid. Allí se realizaban grandes campeonatos que tenían muchos espectadores. La comida consistía en el típico potaje de garbanzos, con bacalao, espinacas y huevo o guisado de huevos duros, bacalao y alcachofas seguido de las riquísimas torrijas.

    Por la tarde se realizaban los Santos Oficios. La procesión del Entierro era multitudinaria, las imágenes que procesionaban eran, como ahora, el Sepulcro y la Soledad.

    El Sepulcro iba rodeado de cuatro faroles grandes y tres guardias civiles lo custodiaban. En los balcones se colocaban faroles con velas y colgaduras con lazos negros. A continuación todas las personas se recogían en casa, ya que, por otra parte, no había otras opciones de entretenimiento.

   El Domingo de Resurrección se realizaba la Procesión del Encuentro, y como ahora, la Virgen se inclinaba por tres veces ante Jesús y se le cambiaba el manto de luto por uno blanco o azul.

    Durante la procesión que se celebraba a continuación se veían varios “judas” (muñecos hechos de paja vestidos con ropa vieja) colgados en medio de las calles y las plazas. Después de la procesión se quemaban, rodeados de algarabía de jóvenes y niños que lo celebrábamos alborozados.

    Posiblemente habrán quedado muchas cosas “en el tintero”, como se suele decir, y habrá otras muchas celebraciones que sean de época anterior que lógicamente no conocemos y no incluimos aquí, pero el lector o internauta que lea estas vivencias apreciará con prontitud las diferencias y peculiaridades de la Cuaresma y Semana Santa de hace 50 ó 60 años.
                                                         
 PLATOS TÍPICOS DE SEMANA SANTA

·         Rosquillas de Sartén.
Ingredientes: Huevos, anís dulce, ralladura de limón o naranja, emulgente o bicarbonato, aceite, azúcar y harina.

·         Sombrerillos y Cañas
Ingredientes: Vino blanco, aceite, anís, azúcar y harina.

·         Torrijas
Ingredientes: Rebanadas de pan, aceite, leche, corteza de limón, azúcar, canela, vainilla y huevos.

·         Potaje de Semana Santa
Ingredientes: Garbanzos, bacalao, laurel, espinacas, cebolla, pimentón, patata, huevos o albóndigas tontas, según gustos.


·         Guisado de huevos
Ingredientes: Huevos, alcachofas, bacalao, harina, aceite, pimiento rojo y cebolla.

( Mari Cuevas Moreno //Gabriela Mora Mochales )


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